sábado, 26 de diciembre de 2009

De mi abuela

Una niñita rubia como el oro,
pura cual la sonrisa de los ángeles.
Al viejo capellán del cementerio,
Así le habló, llorosa y suplicante:

Dejadme señor cura que penetre,
dejad que llegue al lado de mi madre,
ayer nos separamos y estoy sola.

No digais que aún es tarde.
¿Qué decís? ¿Qué es medroso el camposanto?
Si yo no tengo miedo de los sauces.

Abrid la puerta, ¡abridla! soy valiente.
Dejad que llegue al lado de mi madre
Y ahí donde la cruz sus brazos alce,
Permitidme que duerma, señor cura,
porque siempre dormí junto a mi madre.

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