lunes, 3 de mayo de 2010

Para Marco


Observando, amando y teniendo cerca a mi nieto pude ver el tesoro que hay en un niño de once años. Dios te bendiga, mi amor.
Las manos inquietas
que forman montañas.
Dibujan y trazan
en lineas perfectas
caras de soldados
y horribles alimañas.

Esas manos tocan
como suaves aves,
piezas de marfil
de un blanco piano.
Y se vuelven notas
de Cisnes, de Adagios
Marchas de Galaxias.
Música preciosa que
me llega al alma.

Las manos pequeñas
de un niño de once años,
que secan las lagrimas
cuando están orando,
que enlazan los dedos
pidiendo Su Ayuda
Al Todopoderoso.

Son las manos bellas
que acarician mi alma.
que lo mismo juegan
o toman un libro.
Que guardan recuerdos
y juegan cosquillas,
mientras yo las beso.